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El artista invisible

Nadie le pregunta a Christopher Nolan si él puso la magia o fue solo cuestión de usar las cámaras IMAX.

Pero cuando alguien crea una imagen extraordinaria usando IA, lo primero que escuchamos es: “Eso no lo hiciste tú, lo hizo la máquina.”

Como si la visión no fuera tuya. Como si las decisiones no fueran tuyas. Como si las horas refinando cada palabra, cada matiz, cada instrucción molecular no contaran.

El artista con IA generativa pasa días perfeccionando una descripción. Ajusta un adjetivo aquí, cambia la estructura allá. Experimenta con metáforas que jamás habría considerado un pintor tradicional. Porque está hablando con una inteligencia que entiende el mundo de manera diferente.

“Una fotografía cinematográfica de soledad urbana, pero que la soledad se sienta como libertad, no como abandono. Luz dorada de atardecer filtrándose entre edificios de concreto, creando geometrías de esperanza.”

Esa frase es arquitectura invisible. Es dirección de arte. Es poesía funcional.

Alejandro Arango lo llama “prompt molecular” y tiene razón. Cada palabra es un átomo que, combinado correctamente, crea una reacción química entre la imaginación humana y la capacidad de la máquina.

No es casualidad que quienes crean las mejores imágenes, videos, textos o código con IA no son los novatos entusiastas. Son los profesionales que ya dominaban su arte y ahora usan la IA como una herramienta más.

Escucho al mejor programador que conozco frustrarse con su “practicante” —como le dice a la IA— porque no llegan juntos a donde él quiere ir. Le preocupa el código que generan quienes solo hacen “vibe coding”, esas historias de terror que todos hemos escuchado. Porque él sabe reconocer cuándo el código está mal, cuándo falta algo, cuándo la solución es elegante o machetera.

El resultado no es menos arte porque la mano que lo ejecuta sea artificial.

Es arte colaborativo entre especies de inteligencia.

La herramienta ejecuta. El artista visualiza, dirige, refina, decide.

Hemos inventado una nueva forma de crear. Una donde la destreza no está en la mano, sino en la capacidad de traducir visiones en lenguaje que una máquina pueda entender.

¿No es eso exactamente lo que siempre ha hecho el arte?

¿Traducir lo invisible en visible?


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