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Doscientas conversaciones

Doscientos posts.

No lo planeé así. No tenía un objetivo de llegar a 200. Simplemente empecé a escribir y no paré.

Algunos empezaron a las 4 AM, en esa excavación mental donde evalúo qué me robó energía, qué me potencia, qué conexiones aún no entiendo. Otros nacieron después de días de procesar experiencias, buscando en el ruido de mi mente qué realmente vale la pena compartir.

Porque aquí está el secreto: cuando ustedes leen el post, yo ya llevaba horas pensándolo. La página nunca estuvo en blanco. Solo fue el final de un ritual de reflexión que empieza mucho antes de que aparezca la primera palabra.

Y ustedes siguieron apareciendo.

En los mensajes privados contándome cómo un post les hizo pensar diferente sobre su trabajo. En las conversaciones de pasillo donde alguien menciona algo que escribí hace meses. En ese almuerzo inesperado donde alguien saca mi libro de su mochila antes de que lleguen los platos.

Esos momentos me recuerdan por qué esto importa.

No escribo para ganar suscriptores. No escribo para aparecer en rankings. Escribo porque creo en el poder de las conversaciones genuinas en medio del ruido digital. Porque mientras otros están ocupados traduciendo posts virales sin atribución, yo prefiero pensar en voz alta sobre lo que realmente me quita el sueño.

Y ustedes han convertido estos monólogos en diálogos.

Cada vez que comparten un post con un colega que está navegando el caos de la IA. Cada vez que citan algo en una reunión. Cada vez que me escriben para desafiar una idea o ampliarla. Están haciendo algo valioso: están eligiendo la profundidad sobre la velocidad, la reflexión sobre el ruido.

En un mundo donde la IA puede generar 50 posts en una tarde, ustedes eligieron leer uno que empezó a las 4 AM con una inquietud. Uno que viene de procesar experiencias, no solo de procesar datos. De pensar a través de la escritura, no solo de escribir.

Eso es un acto de resistencia compartido.

Porque el valor nunca ha estado en la velocidad de producción. Está en esos momentos donde una idea te hace pausar, cerrar los ojos y pensar: “No lo había visto así antes.”

Gracias por regalarme esos momentos.

Gracias por leer cuando podían estar scrolleando. Por pensar cuando podían estar consumiendo. Por compartir cuando podían estar pasando de largo.

Gracias por ser parte de estas fogatas digitales donde la tecnología nos conecta pero lo humano prevalece.

Doscientos posts no son nada comparados con las conversaciones que han generado. Esas son las que realmente importan.

¿Seguimos?


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