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Vendiendo el final

Te cuentan que lo rechazaron en televisión y luego vendió por mil millones.

¿Qué es lo que realmente estás escuchando?

Hay una historia que te venden sobre Jamie Siminoff.

Los sharks dijeron no. Él dijo “mírenme ahora”. Amazon le dio mil millones. Moraleja: cree en ti mismo.

Es una buena historia. Limpia. Motivadora. Completamente inútil.

Porque Jamie ya tenía un millón en ventas cuando entró al programa. Porque levantó 137 millones después. Porque pivoteó el producto, cambió el nombre, refinó el mensaje, y trabajó sin tregua durante cinco años.

Pero eso no cabe en un post de LinkedIn.

Vendemos el momento del cheque. No las 100 horas de marketing que generaron 22 millones en un día. Vendemos el rechazo dramático. No las reuniones con Branson y Shaquille O’Neal que sí dijeron sí.

Vendemos la venganza. No el hecho de que los sharks probablemente tenían razón en ese momento específico.

Lo que omitimos es el sistema real detrás del resultado. La ejecución implacable: iterar el producto hasta que funcionara de verdad. El timing: llegar justo cuando IoT y smart homes empezaban a tener sentido para el consumidor promedio. El capital: conseguir los 137 millones que SÍ necesitó para escalar. La perseverancia medida en años, no en frases inspiradoras.

Y sí, una pizca de suerte. Esa que nadie menciona porque arruina la narrativa de control total.

Y así convertimos el éxito en magia. En validación de que si “crees lo suficiente”, el universo conspira. En pornografía motivacional que nos hace sentir bien por tres segundos antes de volver a nuestro trabajo real.

El problema no es la inspiración. El problema es la omisión.

Porque cada historia de éxito tiene un gemelo invisible: mil historias idénticas que terminaron diferente. Mil emprendedores que también creyeron, que también fueron rechazados, que también insistieron.

Pero sus negocios cerraron.

No porque fueran débiles. Sino porque el éxito empresarial no es un examen de autoestima. Es la convergencia compleja de elementos que rara vez se alinean perfectamente.

Cuando eliminamos el proceso y vendemos solo el resultado, no estamos inspirando. Estamos mintiendo.

Y la mentira no es que Jamie no sea brillante. La mentira es que su brillantez fue suficiente por sí sola.

¿La pregunta incómoda? Si estás vendiendo una historia, ¿qué parte estás omitiendo para que cierre mejor?


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